Pasamos de una Web de lectura a una Web abierta de multidispositivos
Timothy “Tim” John Berners-Lee, mejor conocido como el padre de la World Wide Web (WWW), hace años planteó la posibilidad de una red capaz de procesar la información de forma similar a la humana, con datos conectados entre sí.
Hoy en día, la conocemos como Web 3.0 que se basa en la descentralización, la accesibilidad y la usabilidad del usuario.
Pero ¿qué diferencia de la Web 1.0 y 2.0?
Quién no recuerda cuando fueron los inicios del Internet o mejor dicho la aparición de la WWW, que funcionaban a través de un Protocolo de Transferencia de Hipertextos o HTTP, es decir, para consultar una información se utilizaba una hoja programada con enlaces que desplegaba más información entre una pregunta y otra, en ese entonces no había imágenes, interfaces, audios, vídeo, únicamente el texto.
Los usuarios, eran llamados consultores debido a que sólo podían leer la información sin interactividad alguna, después apareció Internet Explorer, ViolaWWW, Mosaic y Netscape, los primeros navegadores que permitieron que los códigos se transformaran en páginas de lectura, a esta se le conoce como Web 1.0.
Años después, llegó la interactividad con la aparición de plataformas o páginas como la famosa Wikipedia dónde empezaron a existir los primeros usuarios que podían modificar o completar las entradas de información, gracias a la programación de Javascript y luego aparecieron servicios de audio, vídeo, compra en línea, blogs, redes sociales y streaming.
Es decir, apareció la Web 2.0 donde las personas de todo el mundo pueden compartir información y entretenerse, comprar, encontrar respuestas a sus preguntas e interactuar entre sí.
En conclusión…
La Web 1.0 crear páginas de usuario o incluso comentar artículos no era una cosa común y la información provenía de directorios, por otro lado, la Web 2.0 permitió la creación de plataformas web como YouTube, Facebook, Wikipedia y muchas más, con usuarios interactuando y compartiendo información.
Mientras que la Web 3.0 busca interactuar “automáticamente” con sistemas, personas y dispositivos a través de un red abierta, dónde la información no pertenezca a las compañías a través de acceso por correo electrónico o red social, sino únicamente por el usuario que accede desde una red descentralizada.